El pechi comenta..."decidí vivir mi duelo llorando de noche y viviendo de día..."
EL PECHI
COMENTA:
● Nuestra
buena amiga Ale Muro nos comenta:
“Yo decidí vivir mi duelo llorando de noche y viviendo
de día. Retomé mis actividades, me di cuenta de que al morir mi hijo, se fue
alguien muy importante para mi, pero también tengo a mi lado personas que son
igualmente importantes. Mucha gente no entiende y piensa que no duele lo
suficiente, tan solo porque no te ven derrotada. Al contrario, me ven seguir
adelante. Igual que Chatita, pienso que, si mi hijo era luz, yo por qué me
tengo que apagar.”
Querida Ale:
Me parece una
excelente opción: “llorando de noche y viviendo de día”. Si estamos viviendo un
duelo significativo por la muerte de un ser querido muy importante para
nosotros, llorar es una manifestación muy válida y sanadora, pero, por otra
parte, un ser querido no muere dejándonos la orden de sufrir por el resto de
nuestros días. La muerte de un ser querido puede ser un reto o una condena y
eso lo decidimos cada uno de nosotros, desde lo más íntimo de nuestro ser.
Todo tiene su
tiempo, nos recuerda el Eclesiastés 3.3:
“Todo tiene su tiempo, y
todo lo que se quiere debajo de los cielos tiene su hora: Tiempo de nacer y tiempo de morir, Tiempo de
plantar y tiempo de arrancar lo plantado, Tiempo de matar y tiempo de curar,
Tiempo de destruir y tiempo de edificar, Tiempo de llorar y tiempo de reír…”
La elaboración del duelo requiere un tiempo para expresar, de manera
abierta, honesta y libre, nuestras emociones ante la pérdida que estamos
viviendo, pero además, exige un tiempo (no necesariamente simultáneo) para
reencontrar el sentido de la vida, que no se detiene. Tú encontraste de manera
casi simultánea (noche y día) los tiempos requeridos para hacer estas dos
tareas. Gracias por compartirnos esta sabia posibilidad.
● Ubaldo
Sadot, desde México, nos comparte una creencia que ha observado en su medio:
“Esta es una creencia que he visto mucho en mi estado:
tengo que permanecer el mayor tiempo posible del día, triste, serio, de luto.”
Sí, la tristeza
del duelo se lleva en el corazón y mientras no esté acompañada de un trastorno
depresivo, que requiere atención médica especializada, va normalizándose poco a
poco, en la medida en que la verbalizamos y la compartimos con los demás seres
queridos de nuestro entorno familiar y social. Llega el momento en que la
tristeza, que sirvió para congregar a quienes me brindaron su ayuda, deja de
hacernos daño y se convierte en una “agridulce” evocación, que nos permite
mantener viva la presencia de nuestro ser querido en nuestra mente y en nuestro
corazón, para honrarla y aprender cada día de ella.
Como se ve, de
lo que se trata es de “sanar nuestra tristeza”, no de prolongarla
indefinidamente.
El luto, muy respetable
en algunas culturas, aporta muy poco a este proceso de sanación y reencuentro
con la vida. Surgió en épocas primitivas cuando, quienes acompañaban a un difunto,
pintaban sus cuerpos de negro para ahuyentar los malos espíritus.
Posteriormente, durante el Imperio Romano, se acostumbraba llevar durante los
períodos de luto la Toga Sórdida”, una vestimenta de lana negra y sin adornos.
Para nuestro mundo
occidental, esta costumbre se institucionaliza
en el siglo XVI mediante la “Ley Pragmática de Luto y Cera”, en la que
los Reyes Católicos impusieron algunos ritos que aún se acostumbran en nuestros
días.
Hoy en día, el luto,
matizado con el uso de brazaletes o gafas oscuras, es un conjunto de manifestaciones que, la mayor parte de las
veces, pretenden satisfacer las exigencias y costumbres de nuestro entorno
social, desconociendo que se trata de una experiencia netamente individual y
diferente en cada caso, en donde lo menos que importa es dar gusto a quienes
nos observan con la intención de juzgarnos.
Muchas gracias Ubaldo
por tu comentario.
EL PECHI
Comentarios
Publicar un comentario