Los mitos del duelo Por: Julián Castelblanco
Por: Julián Castelblanco
julian@cuandoelduelopregunta.com
Como respuesta al fuerte impacto
emocional que produce una pérdida significativa, y a las frecuentes “preguntas
sin respuesta” que este impacto genera, los seres humanos hemos construido
mitos y ritos que buscan apaciguar y acompañar el proceso emocional,
buscándoles una explicación sustentada en la tradición o la interpretación de
algunas convicciones espirituales, religiosas, sociales y culturales. A veces
estas creencias nacen con la intención, no solo de amortiguar este impacto
emocional, sino también con el propósito de generar caminos de reflexión y
comprensión que, muchas veces, contribuyen a la elaboración del duelo. Sin
embargo, algunas otras costumbres son el resultado de nuestra incapacidad de
acompañar o manejar nuestras emociones, ocultando así la raíz del problema y
creando caminos alternos de evasión que, con el tiempo, resultan ser
perjudiciales para el proceso de duelo.
Me permito brindar algunos ejemplos
de estas últimas:
Debes
dejar de llorar, porque no le estás permitiendo a tu ser querido trascender.
El
luto debe ser indefinido.
La
tristeza es una emoción negativa.
Mi dolor, es un dolor sin
nombre, por tal razón, es una experiencia que está en contra del proceso
natural de la vida y esto hace que nunca se supere.
Dios
elige a las mejores flores para adornar su jardín.
En términos generales, como lo
enuncié anteriormente, estas sentencias parten del deseo de contribuir a la
mejora del duelista, que se encuentra asumiendo un impacto emocional que lo
supera y que se expresa, de manera natural, a través del llanto y la tristeza
inicialmente descontrolada. Sin embargo, junto a la buena intención, también
está el desconocimiento y la incapacidad de poder acompañar de manera efectiva
este descontrol. Tomemos el primer ejemplo para explicar este argumento.
Con frecuencia se acercan a nuestra
organización, duelistas que se ven imposibilitados de expresar su tristeza a
través del llanto por diferentes razones: “No quiero molestar a nadie con mis
lágrimas”, “en casa no me permiten llorar, porque mi llanto le está haciendo
daño al espíritu de mi ser querido”, “le prometí a mi ser querido fallecido que
nunca más iba a llorar al recordarlo” … etc. Estas afirmaciones, en medio de
una sesión de acompañamiento, las hacen gracias a un inmenso esfuerzo por
ocultar su deseo de gritar su tristeza y expulsar su dolor a través de las
lágrimas. ¿Cuánto dolor acumulado sin poder salir?, ¿cuánto esfuerzo malgastado
en impedir que nuestro cuerpo responda de manera sana y natural a un
acontecimiento que nos duele y que remueve las raíces de nuestra propia
existencia?
-
¿Cómo te sientes después de llorar? Pregunté a
una duelista en una sesión reciente.
-
Liberada… es como si me quitara un piano de
encima. Me respondió.
-
¿Y por qué querer seguir cargando ese piano?
-
Y entonces… lloró desconsoladamente.
Naturalizar la posibilidad de aceptar
la tristeza y el llanto como parte de un proceso doloroso, es permitirnos
rendir homenaje a los lazos de amor que nos unen a nuestro ser querido a partir
del derecho de extrañarlo. Y es entonces, desde esta posibilidad, desde donde
se construye una nueva forma de relación. Aceptar que ya no está, es iniciar el
camino de aceptar que debo continuar sin él. Y para eso, hay un tránsito desde
donde las lágrimas y la tristeza abonan el terreno para construir un campo
fértil.
Cuando nos enfrentemos a estas
creencias, vale la pena evaluar dos cosas:
- ¿Cómo me
hace sentir esto?
¿Contener el llanto me hace sentir
más tranquilo?, ¿vestirme de negro eternamente me permite abrir la posibilidad
de sonreír?, ¿creo que durante el día debo permanecer siempre alegre, sin
importar que sucedan cosas que me afectan y me producen dolor?, si logro
encontrarle un nombre a mi duelo, ¿eso calmará mi dolor?, ¿me genera paz el
pensar que Dios selecciona las flores más lindas para adornar su jardín?
- ¿Contribuye
esta acción a que pueda tomar decisiones sobre mi proceso?
Cuando lloro, ¿siento que la mente
está mas despejada y esto me permite tomar decisiones con mayor tranquilidad?,
¿deseo, algún día poder recordar a mi ser querido con un color diferente al
negro?, ¿cuando me siento triste, siento deseo de abrazar, de buscar consuelo,
de sentirme amada… de amar?, ¿permanezco inmóvil, en medio de un dolor sin
nombre?, ¿creo que debo replantear mi fe y construir un camino espiritual que
me brinde soporte oportuno y efectivo en los momentos más difíciles de mi vida?
La clave del duelo está en la
posibilidad de tomar decisiones acordes a las emociones que estamos
experimentando, cuidando nuestra integridad y la de las personas que están a
nuestro alrededor. No es el tiempo el que cura, son nuestras decisiones. La
invitación entonces es a replantear la manera como asumimos nuestro proceso, en
medio de creencias que, de alguna manera, sabemos que limitan nuestra capacidad
de tomar acción, que nos invitan a permanecer inmóviles, a congelar el tiempo.
El duelo es poder construir espacios para recordar sin dolor… a veces con
lágrimas, a veces con alegría, a veces con nostalgia… pero poder recordar, para
darle sentido a nuestra existencia y ser mejores seres humanos.
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