TAREA 2: Amar. ¿Felicitaciones?
En medio de vergüenza y risas, una amiga me cuenta una de
sus muy divertidas anécdotas. Estando en el funeral de la muerte del padre de
una persona muy cercana y querida; ella se acerca con la intensión de brindar cariño
en un momento difícil. Piensa cada una de las palabras que va a decir, quiere ser
creativa y única; obviar el vacío y sistemático: “mi sentido pésame”. Desea con
todo el corazón, hacer presencia sincera y cercana, brindar sostén emocional.
Elabora mentalmente un discurso corto y coherente, y lo repite en silencio
mientras se acerca a ella.
La mira desde lejos, le esboza una sutil sonrisa de
complicidad y compañía, abre sus brazos, la envuelve en ellos, se acerca a su oído
y le dice: “Felicitaciones”. Entonces, avergonzada la vuelve a mirar y opta por
emprender la huida y esconderse el mayor tiempo posible, en la esquina más
oscura y lejana de la sala de velación mientras se tortura entre rabia y risa,
por el tamaño de su estupidez.
Años después de la muerte de mi hermano, llegan a mi mente
muy pocas frases de consuelo; las cuales fueron muchas, por parte de familiares
y amigos. Seguramente también recibí un par de “felicitaciones”, pero no las
recuerdo. Sin embargo, lo que si recuerdo, es cada uno de los abrazos sinceros,
los silencios incómodos y la presencia amorosa de todos aquellos que de una u
otra forma, quisieron estar presentes para aportar con su energía cuando mi
familia y yo, teníamos el tanque de gasolina bajo.
No todos hemos sido educados para actuar “con inteligencia” en
estos momentos, cada palabra que pensamos con el objetivo de buscar generar
algo de consuelo termina pareciéndonos tonta u ofensiva. Tal vez por esta
razón, la mayoría recurrimos al mecánico “mi sentido pésame”. Es una fórmula, socialmente
aceptada, para salir del problema de manera rápida.
En lo que si insisto, es en lo que yo recuerdo como doliente
de ese momento; y puedo decir con certeza que los silencios y la intensión me
quedaron marcadas en el corazón en forma de consuelo antes que las palabras. No
quiere decir entonces que en toda mi experiencia no hubiera recibido palabras
acertadas en donde encontré paz. Claro que sí, muchas de ellas llegaron en
ambientes un poco más informales, lejos del protocolo social típico de estos
momentos. Pero también recibí frases de cajón que, por una extraña razón, hoy
he obviado en mi archivo de recuerdos, quedándome con la intensión de amar de
aquellos que las pronunciaron.
Esta selección de recuerdos, hoy creo que hace parte de una
de las muchas DECISIONES importantes que tomamos en familia. Un día decidimos
recibir con amor la compañía y el apoyo de aquellos que continuaron acompañando
nuestro proceso. Y dentro de esa DECISIÓN, estaba el entender que no siempre encontraríamos
en las palabras la paz que necesitábamos; pero si en la intensión de amor de
quienes las pronunciaban.
Durante el tiempo que mi hermano estuvo en el hospital y una semana después de su muerte, como ya he
contado en los escritos anteriores, nos encontramos rodeados de mucha gente. En esas tres semanas nos fue difícil encontrar
un solo minuto de soledad. Familiares y amigos se encargaron de todo, se
turnaban para hacernos permanente compañía… y así fue hasta una semana después
de su fallecimiento. Sin embargo, rápidamente, la vida “normal” volvió a todas
las personas cercanas a nosotros; entonces, esos escasos momentos de soledad se
convirtieron en la norma. Y fue entonces cuando DECIDIMOS comenzar a buscarlos.
Esta decisión es muy importante para mantener un sano proceso de duelo, porque
nos permite reintegrarnos, de manera paulatina, a la dinámica social. Somos
seres sociales, necesitamos entablar relaciones con otras personas para
mantener niveles emocionales sanos. Aislarnos por la supuesta estupidez de los demás,
por suponer que nadie es capaz de acercarse a nuestro dolor, es natural inicialmente,
pero con el tiempo, es un error que puede llevarnos a estancarnos en el dolor.
Hoy te invito a que DECIDAS aceptar el amor de quienes te
rodean; a que no juzgues sus palabras de consuelo, sino que veas su intención
de amar; la cual, cuando la descubres, es suficiente para ayudar a sanar las
heridas.
Julián Castelblanco
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