Tarea 2: Amar. Prestar atención.


Cuando mi hermano murió, yo tenía 15 años, estaba en el colegio y quería comerme el mundo. Mi lista de aventuras era larga e interesante y comenzaba desde las actividades más sencillas como pasar los 8 mundos de Mario Bros, hasta la de convertirme en una gran estrella de música protesta, ganar mucho dinero y repartirlo a los pobres como Robin Hood... pero sin robar.

Entonces, el 14 de noviembre de 1991 mi hermano ingresó a un hospital y pasé, por azar del destino, a ser el hermano mayor. Esa tarde mi papá, aún mareado por el golpe de Knockout que le había propiciado la vida; me proclamó adulto sin derecho a consulta: “Necesito un hombre a mi lado. Si tu hermano sobrevive no sabemos en qué condiciones estará. Yo no puedo solo. Desde hoy pasas a ser el hermano mayor”.

Con mi lista de sueños imaginaria en mis manos, en aquel momento parecía que los planes cambiaban por completo. Así que decidí romperla no sin antes guardar los pedazos por si acaso, en algún momento, podía volver a armarla.

Mi hermano murió el 27 de noviembre. Durante 13 días el mundo se detuvo por completo y nuestra poca energía se concentró en oraciones y fantasías que buscaban su recuperación. Una semana después de su funeral, mis padres decidieron que era hora de regresar a la casa a enfrentar los demonios que nos esperaban.  Las visitas y llamadas de pésame eran cada vez más escasas y toda esa gente que nos cobijó durante ese tiempo regresó a sus labores cotidianas.  

Vivíamos en un primer piso de una Unidad Residencial. Justo en medio del corredor de juegos. Mientras permanecíamos y nos adaptábamos al mismo apartamento en el que habíamos vivido los dos últimos años, los gritos de los niños se escuchaban con claridad en las paredes de un hogar que parecía vacío.
Un día, tal vez una o dos semanas después de regresar a nuestra casa; me levanté con ganas de reconstruir mi lista de sueños. Y aunque para mis padres la vida parecía aún muy oscura, yo sentía que quería volver a reír, salir a jugar, reencontrarme con mis amigos… pasar los 8 niveles de Mario Bros.
Hoy puedo decir que de todas las muy difíciles DECISIONES, que personalmente tomé en mi proceso de duelo, las más difícil fue esta. Durante algún tiempo, cada carcajada me salía con culpa. La llegada de las fiestas de diciembre a menos de un mes de su muerte, fue una dura prueba para todos nosotros. La familia, decidió alquilar una cabaña en las afueras de Bogotá para pasar año nuevo. Toda la familia, durante unos 3 o 4 días, nos rodeó para acompañar el día “más alegre del año” en medio de la prueba más difícil de nuestra existencia.

Recuerdo muy bien cuando llegaron las 12 de la noche. Alrededor de 30 personas tomadas de la mano en círculo, contando en cuenta regresiva para saludar la llegada de un nuevo año… ¡FELIZ AÑOOOO!, gritaron todos para luego, entre risas y lágrimas de felicidad, abrazarse unos a otros. Los tres nos abrazamos, abrazamos a la mayor cantidad de familiares posibles, y minutos después decidimos entrar a nuestro cuarto para orar un rato y llorar de dolor. Cuanta falta me hacia mi hermano… cuanta falta les hacía a mis padres su hijo mayor.

Permanecimos encerrados unos 10 minutos mientras afuera la familia celebraba en medio de un respeto evidente. Nos limpiamos las lágrimas y salimos de nuevo a agradecer a todos por estar presentes. Y entonces, la fiesta continuó.

Este proceso de entender que la vida continúa su ritmo normal, aunque la nuestra se hubiera detenido; es quizás una de las DECISIONES más importantes y vitales de la gestión del duelo. No es fácil, el dolor y la norma social no facilitan el avance en este sentido; sin embargo, yo no dudo ni por un solo instante que esa noche, 31 de diciembre a las 12 de la noche, volví a armar la lista, agregue nuevos sueños, mejoré los ya escritos y decidí que mi hermano sería cómplice directo y protagonista de este nuevo camino.
No se trata de ser como antes, se trata de ser mejores, de salir fortalecidos y recoger la existencia de nuestro ser querido y su amor por la vida e integrarla a la nuestra.

Esta tercera DECISIÓN de la TAREA 2 de amar, es la propuesta de volver al presente; redescubrir el curso de la vida; entender que, a pesar de nuestra tristeza, la gente puede y tiene derecho a ser feliz. Comprender esto es comenzar a liberarnos de la culpa para permitirnos volver a sonreír. NO solo se rinde honor y respeto a nuestro ser querido a través de las lágrimas; también lo hacemos cuando somos capaces de volver a reír sin culpa. Esta vez con mayor intensidad, con pasión desenfrenada, integrando su amor en nuestras vidas.

Pon atención a la alegría de la gente y comienza a trabajar por aceptarla y construir de nuevo la tuya.

Julián Castelblanco

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