TAREA 4: Buscar. Buscar apoyo.


Habrían pasado 5 o 6 meses después de la muerte de mi hermano. Vivíamos en la ciudad de Bogotá; sin embargo, mis padres decidieron regresar a Cali, que es el lugar donde junto a mi hermano pasamos gran parte de nuestra niñez y donde mis padres habían forjado sus grandes amistades. Necesitaban amigos y Cali satisfacía esa necesidad con suficiencia.

Ahora que lo pienso en perspectiva, fue una buena decisión. El cambio de ambiente y el regreso al reencuentro con los amigos, ofreció una perspectiva más amplia y amable de todo este proceso. Sin embargo, en este salir al encuentro de los amigos no fue suficiente. Mis padres, comenzaron a sentir la necesidad de compartir sus emociones y experiencias con otras personas que estuvieran 
atravesando la misma situación. No tengo muy claro cómo sucedió, si fue por referencia de algún conocido o por el simple deseo de buscar compartir el dolor con otros… o por las dos razones, pero recuerdo que una vez llegué a la casa entrada la tarde y mis padres me pidieron que los acompañara a visitar a una pareja que acababan de perder a su hijo.

Yo un poco temeroso inicialmente, pero a la vez, creyendo que aceptar esta petición era lo correcto, accedí.

Ubicamos la casa de esta familia y golpeamos la puerta con la certeza de saber que éramos tres perfectos extraños… con buenas intenciones.

Nos abrió una señora que podría definir como triste. Mis padres se presentaron y nos dejó entrar. El ambiente se sentía pesado. La casa estaba oscura y todos los que allí vivían, hablaban en voz baja. Vestida de negro, fue tomando confianza y nos contó su historia, la cual escuchamos atentamente. No teníamos muchas cosas por decir, la verdad era la primera vez, después de la muerte de mi hermano, que habíamos decidido acompañar un dolor del que tal vez, aun nosotros todavía no podíamos salir.
Sin embargo, esa visita invitó a mis padres a, en compañía de otras parejas, dinamizar diferentes grupos de apoyo a padres que habían perdido hijos. Desde ese entonces, la familia se comprometió, cada uno a su manera, en apoyar y contribuir, con su propia historia, en el dolor ajeno; y haciéndolo propio, construir herramientas para, de alguna manera, ayudar a quienes creen que el pozo es muy profundo, oscuro y no tiene salida.

Esa tarde estuvimos en casa de aquella señora, alrededor de dos horas. La escuchamos atentamente y nos conmovimos con cada una de sus palabras. No había pasado mucho tiempo después de la muerte de mi hermano, por lo que nuestro duelo aún estaba fresco; sin embargo, este ejercicio de intentar olvidar nuestros sentimientos por unos minutos para comprometernos con el dolor del otro, hizo que la perspectiva cambiara para siempre; no solo de nuestro proceso de duelo sino de la vida en general.
Al despedirnos recuerdo que la abrazamos con fuerza y comenzamos a sentir que, sin haber dicho mucho, de alguna manera habíamos contribuido a traer algo de paz es su alma golpeada.

Encontrarnos en el dolor y acompañarnos en este camino para descubrir en conjunto posibles salidas a este oscuro túnel, resulta muy útil. Con frecuencia sentimos que no podemos solos, que la pena es más grande que toda la fuerza que podamos tener; es entonces cuando la compañía y el apoyo son importantes. Buscar empatía en personas que hayan pasado por situaciones similares puede ser una manera muy efectiva de avanzar en nuestro proceso de duelo.

Por tal motivo, dentro de la TAREA 4, te invitamos a tomar la DECISIÓN de buscar ayuda. Averigua si en tu zona existen grupos de apoyo de procesos de duelo; busca comunidades en internet; acércate a personas que estén pasando por situaciones similares a la tuya y abre tu corazón. Compartir una pena es un remedio eficaz para comenzar a diluirla.

Julián Castelblanco

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