TAREA 6: Aceptar. ¿Qué hacer con sus pertenencias?


Regresamos a casa una semana después de su funeral. Cuando entramos de nuevo al apartamento encontramos que unos amigos de mis padres le habían pagado a una señora para que hiciera aseo del lugar y pudiéramos encontrar todo perfectamente limpio. Su amiga, cuidadosa y detallista, se aseguró de dejar la puerta del cuarto de mi hermano cerrada. Decisión que mis padres agradecerían toda la vida.

Regresar a nuestra casa fue volver a experimentar el tremendo impacto de su ausencia. Había silencio en el silencio en medio de un halo de tristeza indescriptible. Los pasos se sentían lentos y la respiración escasa. Después de tanto dolor entendíamos que este era apenas el comienzo.

No recuerdo muy bien que hicimos ese día; lo que sí sé es que su puerta permaneció cerrada.
Al día siguiente, mi papá salió a trabajar y yo me fui para el colegio. Mi mamá se quedó sola y entonces tomó una decisión que en aquel entonces consideramos suicida y hoy, con un poco más de perspectiva, la sabemos valiente e inteligente.

Estando sola en el apartamento, decidió abrir su cuarto. Encontró su billetera, su pijama aun con su olor impregnado y un cuaderno que había utilizado en un retiro espiritual del colegio… ¿darías la vida por un amigo?, era una de las preguntas que estaban consignadas en él. “SÍ, sin dudarlo”; era su respuesta.

Imagino que todo este proceso de mi madre encontrándose con sus pertenencias fue lento y doloroso. Lo primero que hizo fue levantar el colchón y arrancar con rabia las sábanas; y llorar, rabiar, gritar y volver a llorar.

Esa misma tarde decidió que hacer con sus pertenencias. Su reflexión entonces era que, si él ya no estaba, tener esos objetos no tenía sentido. Mi hermano no era sus cosas.

Este proceso seguramente no fue una acción fría y calculada; en medio de la elección de reordenar su espacio había mucha rabia y dolor; sin embargo, el que mi mamá lo hubiera hecho dio un impulso significativo a la necesidad de entender y creer que ya no está; y que en esa realidad es que nos debíamos mover como familia de ahora en adelante.

Días después decidió poner un video reciente donde salía cantando. También optó por hacerlo en soledad; también lloró y también sintió una inmensa rabia.

Hoy sabemos que ese apartamento comenzó a ser un espacio más habitable después de que su puerta se abrió y se transformó. Hoy sabemos que podemos ver sus fotos, sus escritos, sus videos y que, gracias a ese acto valiente de mi madre, podemos recordarlo con alegría. Aún, después de tantos años después de su muerte, los recuerdos pueden llegar (no siempre) en medio de una que otra lágrima de nostalgia; pero el balance final de recordarlo siempre es positivo.

Esto es hoy posible gracias a mi mamá y la lucidez que tuvo para entender que mi hermano no era un saco, o un cuaderno, o una billetera. Que su amor y nuestra relación con el trascendía lo material.
La pregunta que nos atañe en esta TAREA 6 es la que nos han formulado permanentemente durante todos estos años en los grupos de apoyo que hemos acompañado: ¿qué hacer con sus pertenencias? Nuestra respuesta es esta y hoy creemos que fue una decisión adecuada. El efecto que produjo esta acción de choque rápida diseñada por mi madre fue el permitirnos hacer de ese apartamento, poco a poco, un espacio más amable. Con sorpresa podíamos ver que, con el transcurso de los días, pasar por el frente de su cuarto iba siendo un acto cotidiano posible y menos tortuoso. Igual con sus videos o fotos. Dolía mucho al principio, pero en la medida que las volvíamos a ver, íbamos sintiendo que podíamos agregar sentimientos diferentes al dolor.

¿Cuándo hacerlo?, a mi madre le funcionó al día siguiente de su regreso a casa; lo que no quiere decir que este sea el tiempo recomendado. Cada proceso es único, cada dolor es particular y esa individualidad es la justa medida del tiempo. Lo que sí podría decir es que tarde o temprano hay que tomar esta decisión para poder evolucionar en nuestro duelo. Si aún no lo has hecho, te invito a que comiences a examinar la posibilidad de tomar la decisión de qué hacer con sus cosas; esto es necesario para continuar el camino, más ligeros de equipaje.

Julián Castelblanco

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