TAREA 7: Identificar. ¿Cómo puedo ayudar?, ¿cómo puedo comunicar?


Mi hermano fue asaltado cuando salía de clase de la Universidad. Estudiaba diseño gráfico; y junto a él, Rodrigo, su vecino y cuñado. Ese día, estaban los dos esperando el bus para regresar a casa. Rodrigo murió en ese mismo instante mientras mi hermano permaneció 13 días en coma.



Durante el funeral de su amigo, mis padres y yo decidimos cantar la misa de su entierro. El sacerdote que ofició la ceremonia, conocedor de la historia, se acercó antes a nosotros para certificar que tuviéramos el valor suficiente para ofrecer nuestra música. –No se preocupe padre, es algo que queremos hacer y lo vamos a hacer bien. Respondió mi madre con seguridad.

De alguna manera, nuestro dolor era compartido. Si bien, el impulso inicial, con frecuencia, es el de enconcharnos y apartarnos de un mundo que desagrada y se presenta absurdo y cruel; no me cabe la menor duda que la manera más eficiente de iniciar la gestión del proceso del duelo es hacer todo lo contrario.

Durante los 13 días en los que estuvo mi hermano en el hospital, sentimos el apoyo de la familia de Rodrigo, de manera incondicional y permanente. Acompañaron cada uno de nuestros pasos y nosotros buscamos corresponder este acto. Nuestro dolor “era el mismo” y esto permitió crear un canal de comunicación directo y efectivo que nos invitaba a salir de la cueva para compartir nuestras emociones con otras personas sobre las cuales, teníamos la certeza, encontraríamos empatía.
En medio de la tragedia, puedo afirmar que la historia que nos unía con la familia de Rodrigo, fue un lazo enorme que contribuyó a que rápidamente, pudiéramos entender que la salida no estaba en la soledad sino en la compañía y la posibilidad de encontrar empatía a través de nuestro desconcierto.
Mi mamá, salía a arreglarse las uñas o a hacer ejercicio con la mamá de Rodrigo. Durante todo el tiempo hablaban de ellos, de sus recuerdos y del dolor que les producía su ausencia. Con total certeza, se daban la oportunidad de llorar juntas, de maldecir juntas… de rabiar por la vida. Pero al mismo tiempo, en medio de ese llanto, también tenían la opción de abrazarse.

Por mi parte, Margarita (Novia de mi hermano y hermana de Rodrigo) se convirtió en mi lugar seguro junto a sus dos hermanos. No puedo describir con exactitud la increíble paz que me generaba el estar rodeado por ellos y saber que conocían de mi dolor y lo entendían porque era su mismo dolor.
Por tal motivo, ante la pregunta de qué hacer con mis emociones o con las emociones de mis familiares (hijos, padres, hermanos, abuelos); la respuesta siempre será: compártelas, ofrécelas, ponlas en común, recíbelas tal cual son; no busques ni juzgarlas ni entenderlas, simplemente acéptalas; abre el espacio para entender que la muerte de tu ser querido no fue una orden para vivir en soledad, sino todo lo contrario; es la oportunidad de saber que en comunidad el dolor puede generar opciones nuevas y mas profundas.

Por tal motivo, la invitación en esta TAREA 7, es a tomar la DECISIÓN de acercarnos a las emociones de quienes están a nuestro alrededor y también sufren el dolor de su ausencia. Abrir canales de comunicación donde cada uno pueda expresarse con libertad y respeto. Esta acción, no solo podrá generar una válvula emocional vital para tu duelo; sino que permitirá ayudar a otros a salir adelante. Recuerda que: “dolor compartido es dolor diluido”.  

Julián Castelblanco

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