TAREA 7: Identificar. ¿Qué hacer con este dolor?


Tuvimos 13 días para asimilar que esto era real. Despertábamos todos los días con la ilusión de haber vivido un sueño y 30 minutos más tarde, estábamos frente a un médico preguntando cómo había amanecido mi hermano. Conociendo la gravedad de sus heridas, sabíamos, cada uno en silencio, que tal vez el escenario de ver a mi hermano vivo no sería el mejor. Sus lesiones eran supremamente graves y, sin duda alguna, nunca volvería a ser el de antes.

Sin embargo, y a pesar de haber contado con este tiempo para ir “aceptando” su muerte en pequeñas y dolorosas cuotas; cuando llegó el día, aun nos negábamos a entenderlo como real.

Y entonces mi hermano fue enterrado y sobre un césped impecablemente cortado, fue puesta su lápida: HUGO ALEJANDRO CASTELBLANCO, (1972 – 1991). El día que mi mamá pudo ver esa inscripción, aun creyendo que no podía haber más dolor, descubrió, de la peor manera, que sí era posible. Ver su nombre en un recuadro de mármol representó el fin de la fantasía y fue un golpe seco y duro de realidad. Saber que su hijo había muerto fue una daga clavada en todo el centro del corazón; y entonces, el dolor se hizo presente; y la única manera que encontró para sacarlo fue gritar su ausencia.



Más adelante, a modo de tortura, de regreso a casa, por entre la ventana ella observaba las calles por donde mi hermano caminaba a diario… NO, NO, NO, gritaba inmersa en un dolor oscuro y denso.
Cuando le pregunto a mi mamá por sus momentos de mayor dolor; como si fuera posible darle prioridad al absurdo. Ella logra identificarlos con claridad. Ver su nombre en la lápida por primera vez… ver las calles que caminaba desde la ventana del carro cuando regresábamos al apartamento. Pero no solo los identifica, sino que además puede describir su reacción ante ellas: Gritaba para sacar ese dolor.

De alguna manera, en medio del dolor más profundo que una madre puede experimentar; los gritos iniciales y primarios le eran útiles para aliviar un poco el alma… una vez más, sospecho que en el expresar (nuestra TAREA 1) está la clave; y que el resto de TAREAS giran en torno a esta primera.
Hoy estamos trabajando la TAREA 7, por lo que seguramente ya hemos hecho un trabajo interior fuerte, duro y útil. De alguna manera lo que hemos logrado es permitir que ese expresar vaya teniendo sentido; no a través del grito instintivo envuelto en dolor (necesario en ese primero momento), sino de la consciencia de saber de la existencia de esa emoción y poder determinar su impacto en nuestra vida.

Hoy, esa experiencia que mi mamá puede relacionar en momentos específicos, es útil por varias razones. La primera y más importante; le permite lograr empatía. Cuando una madre, que ha perdido su hijo, se le acerca a contarle su historia; no es necesario que ella diga: yo sé por lo que estás pasando… y no es necesario porque de inmediato se crea un vínculo emocional que va más allá de las palabras. Cuando una madre dice: no puedo dejar de sentirme triste; mi mamá sabe con exactitud a que se refiere y entonces, viene la segunda utilidad: A través de su empatía puede ser solidaria con efectividad. Y entonces, llega la tercera utilidad, y más práctica: mi mamá, en la solidaridad, encuentra un nuevo sentido de vida y, al mismo tiempo, rinde homenaje a la memoria de mi hermano.

Nuestra propuesta entonces en esta TAREA 7 es que tomes la DECISIÓN de identificar aquellos momentos de dolor intenso. Sabemos que la experiencia completa de la pérdida de tu ser querido, en sí misma, es dolorosa; sin embargo, si logras descifrar el dolor y aterrizarlo a momentos específicos de vida, vas a poder contar esa experiencia a otros. Y a través de esta historia, comenzará tu sanación y, tal vez,  puedas darle un sentido.

Ubica tus momentos de dolor; compártelos con tu familia, amigos o grupo de apoyo; y permite que ese momento oscuro, pueda llegar a ser luz para otros que también lo necesitan.


Julián Castelblanco

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