TAREA 7: Identificar. Siento angustia…


Hugo Alejandro tenía ojos verdes y cuidado el cabello. Gracias a mi mamá y su profesión de odontóloga, sus dientes estaban perfectamente delineados y blancos. Cuando fue víctima del asalto, algunas balas atravesaron su rostro, destruyendo parte de su dentadura y quemaron uno de sus ojos. Aunque este era el menor de sus problemas, durante mucho tiempo mi mamá sufrió enormemente por estas heridas que, de manera definitiva, alteraron su físico.

Por mi parte, mi tragedia se centraba en la dificultad de reír de nuevo sin sentirme culpable por ello.
Un par de meses después de su muerte, unos amigos nos invitaron a pasar una temporada en una casa a la orilla del mar de San Andrés, en Colombia. Mis padres aceptaron la invitación con el objetivo de cambiar de ambiente. Los tres dormíamos en un cuarto que daba justo hacia el océano. El sonido de las olas arrullaba nuestros sueños mientras nuestros recuerdos y emociones no paraban de acompañarnos.



Una noche, mi papá nos despertó en la madrugada; había soñado con mi hermano y al parecer, el mensaje de su sueño debía ser transmitido con urgencia. Entre dormidos, angustiados y curiosos, nos levantamos para escuchar lo urgente que tenía por decirnos.

Soñé con “el tato”, estaba acostado en la cama del hospital. De repente se levantó y comenzó a contarme que ahora él estaba muy bien, tranquilo y con mucha paz, Narraba mi papá visiblemente emocionado. Después que terminó de contarme lo feliz que se sentía me dijo que te comunicara (dirigiéndose a mi mamá) que no te preocuparas por sus heridas en la cara; que él se sentía muy bien y que toda esa angustia que sientes por los daños que las balas causaron en su rostro, ahora carecen de importancia.
Y también envió un mensaje para ti; dijo que no debes sentirte mal por reír, que de eso se trata todo esto, de continuar con la vida con mayor intensidad… que se siente orgulloso y que sigas por ese camino.

Nunca había comentado mi preocupación a mis padres; sin embargo, el mensaje llegaba de manera oportuna. Imagino que el mismo alivio sintió mi mamá al recibir unas palabras que llegaban de manera directa a sus preocupaciones.

Hoy, 28 años después, puedo decir que lo importante de ese mensaje, casual o no, no es el mensaje en sí mismo; sino la capacidad que en aquel entonces tuvimos para identificar nuestros sentimientos. La vida, la naturaleza o, para aquellos que creen, nuestro ser querido, pueden estar enviándonos mensajes permanentemente, pero si no logramos hacer un alto en el camino para tomar consciencia de lo que sentimos, sencillamente el mensaje no podrá ser entregado porque nuestra puerta estará cerrada. No importa que el cartero esté dispuesto a entregarnos la carta, si no decidimos abrir la puerta, no podrá hacer su trabajo.

La manera de abrir la puerta es siendo conscientes de lo que sentimos y sus efectos en nuestras decisiones posteriores, nuestra vida interior y nuestras relaciones con aquellos que aún nos acompañan en esta vida.

Detente un instante, ubica tus sentimientos más fuertes (rabia, angustia, deseo de venganza, decepción, tristeza, desesperación); no los juzgues, déjalos ser, admítelos como parte natural y necesaria de tu proceso de duelo. Examina sus efectos en tu vida y la de tus familiares y amigos; descubre sus orígenes, pertinencia y utilidad. Verås que entonces, muy seguramente, sucederán cosas que te permitan trabajar cada una de tus emociones; si así lo deseas. No estoy siendo esotérico, estoy hablando de la vida, sus decisiones y los resultados de estas decisiones que se toman a través del corazón.

La invitación entonces, en esta tarea 7, es a que tomes la decisión de aceptarte y conocerte. Eres un nuevo ser, transformado por la muerte de tu persona amada. Escribe lo que sientes si es necesario, y luego, déjate estar.


Julián Castelblanco

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