Tarea 8: Sanar. No hay culpables, hay responsables.

Él, trabajaba para un millonario que se encontraba de paso en un indeterminado pueblo del Valle del Cauca, en Colombia. Se hospedaba en el último piso de un viejo hotel. Su jefe lo había mandado a comprar cigarrillos a la tienda. A su regreso, mientras abría la puerta del ascensor, escuchó un par de disparos. Corrió temiendo lo peor. Encontró a su jefe con la pistola en la mano y un cuerpo sin vida tirado en el piso.

Su jefe lo miró y gritó: Él asesinó a mi amigo, alguien que me ayude, ¡Cójanlo!

Salió corriendo sin pensarlo dos veces. Sentía como la adrenalina incrementaba su frecuencia cardiaca mientras sus vasos sanguíneos se contraían y sus vías respiratorias se disponían a optimizar todo el oxígeno posible acumulado en su organismo. Su cuerpo, estaba preparado para la huida.

Corrió algunas cuadras cuando comenzó a escuchar a lo lejos, sonar las sirenas de la policía. Entró al primer establecimiento que encontró abierto y se escondió detrás de la vitrina de atención al público. Minutos después la policía ingresó al lugar… -Por favor, no me delate, yo no hice nada, se lo juro. Rogaba en voz baja escondido bajo los pies del dueño del local… detrás del mostrador.

ESTA ES LA HISTORIA DEL ASESINO DE TU HIJO. Escuchó mi padre que le dijeron al oído de manera firme. Abrió los ojos y el cuarto se iluminó. Permaneció completamente petrificado para volver a caer dormido. Eran las 3 de la mañana.

Al día siguiente mi papá nos contó su sueño; el cual, de acuerdo a sus palabras, fue increíblemente vívido. Aunque sentía que se encontraba interpretando el papel de otra persona, su cuerpo reaccionaba a las emociones de manera intensa… incluso la voz y la luz vista al despertar, se sintieron reales.

No quiero, ni creo que tenga mucho sentido, encontrar explicación científica o mística a esta experiencia. Simplemente estoy narrando un hecho, de manera objetiva. Transmitiendo, de la forma más fiel posible, lo que vivió y sintió mi papá durante ese sueño.

Y lo cuento porque lo que sí quiero analizar, es la interpretación que tuvimos a partir de esa experiencia; y cómo decidimos adaptarla a nuestra vida y proceso de duelo. Desde ese momento comencé a escuchar a mi padre concluir que las decisiones que tomamos dependen en gran parte de nuestra historia, de los referentes de vida que encontramos y decidimos escuchar. De nuestro amor familiar, o su ausencia. De las historias que encontramos en el camino y de cómo logramos asimilarlas, o no, a la construir de nuestra propia existencia; con las herramientas que nos dieron, o que buscamos.

Hoy puedo decir que tuve suerte al preferir sentarme, 28 años después, frente a un computador a compartir estas historias con ustedes, antes que emprender la búsqueda del asesino de mi hermano para satisfacer mi sed de venganza. Esa opción también existía, estaba dentro de las posibilidades… pero no fue; tomé una vía diferente. ¿Por qué?, podría escribir mil libros describiendo las situaciones que llevaron a que tomara este camino, muchas de ellas, no dependieron de mi sino de la vida que supo ponerlas a mi disposición y, seguramente también, a mi habilidad para verlas y acogerlas como posibles.

En este sentido, muchas de las decisiones que tomamos son el resultado de nuestra historia, de las decisiones de otros sobre nuestra vida, y claro, de nuestra capacidad, o incapacidad, resiliente. Por lo tanto, LA CULPA comienza a ser un fenómeno relativo para terminar transformándose en RESPONSABILIDAD… Somos responsables de nuestros actos, mas no culpables. La culpa exige el castigo, la responsabilidad invoca la respuesta. La culpa ensucia, la responsabilidad reta. La culpa destruye al culpable, la responsabilidad lo fortalece.

Y si no hay culpables, entonces, no hay cabida para el perdón, sencillamente porque no hay nada que perdonar.

Me gusta mucho una foto que tengo en un cuarto de mi casa. Es la foto de una pintura de un artista callejero. Es Jesús en medio de una carcajada. Durante el dolor experimentado en el proceso de duelo, muchas de nuestras creencias y convicciones entran a juicio, se cuestionan y se debaten permanentemente. Esta foto me gusta porque así me lo imagino a él (desde mis convicciones religiosas); sonriente, de fiesta, alegre y cómplice; caminando mi camino, apoyando y… respetando mis decisiones; las mías y las de los demás. A veces llorando de impotencia ante ellas, pero siempre buscando no perder ninguna oportunidad para enseñarme eso que llaman AMOR.


Si esto es así, y creo en ello, entonces, no puede haber ofensa, porque el amor es, sobre todo, respeto y libertad. El Amor no espera nada a cambio. No exige un comportamiento determinado, no excluye, no pone condiciones entonces… no puede ser ofendido.

Es curioso porque este discurso desde siempre le he escuchado en mi formación religiosa; sin embargo, cuando la vida nos plantea momentos definitivos donde poner en práctica este principio, todo tambalea y los condicionantes nacen.  

 Te invito, durante esta TAREA 8, a que continúes examinando cada punto de rencor que pueda albergar tu corazón y tomes la DECISIÓN de perdonar, como un acto de limpieza necesario en el que transformas la agresión (cualquiera que esta sea), en una acción sanadora que modifica tu interior y tu entorno de vida. Si la muerte de tu ser querido ha de ser semilla, la mejor manera de sembrarla es a través de tu SANACIÓN interior.

Julián Castelblanco


Comentarios

Entradas populares de este blog

Los mitos del duelo Por: Julián Castelblanco

El pechi comenta..."decidí vivir mi duelo llorando de noche y viviendo de día..."

Las creencias limitantes para la elaboración del duelo Por: Jennifer M. Pérez Rivera, PhD