Tarea 9: Adaptar. Aprender algo nuevo.
Una tarde, en medio de una reunión de apoyo, una persona que
había perdido a su hijo y su esposa en un accidente aéreo, contaba: “Quería
morirme también, irme con ellos, desaparecer de este mundo. Deseaba no volver a
despertar jamás. Entender que todo había terminado, que el juego había llegado
a su fin y estaba perdido. Quería no volver a comer… sin embargo, en la mañana,
abría los ojos y sentía hambre y mi instinto de supervivencia me obligaba a alimentarme.
Entonces todo continuaba y no moría”.
El vacío experimentado por la ausencia de nuestro ser
querido, no solo físico sino, sobre todo, rutinario; nos entristece, nos
desacomoda. Volver a elaborar nuestro
nuevo horario exige la DECISIÓN de querer hacerlo, entendiendo que, aunque para
nosotros, el universo entero se transformó para siempre; las dinámicas y
obligaciones siguen siendo las mismas. La tierra no modificó su ritmo, a pesar
que así lo sintamos. Nuestro entorno social avanza de igual manera que lo hacía
antes. A pesar de que nuestro organismo no es indiferente a nuestra tristeza y pierde armonía y equilibrio, sus funciones básicas permanecen. Necesitamos comer, beber, dormir, asearnos, mantenernos activos. La DECISIÓN de regresar a
cumplir con estos requisitos indispensables para la existencia está atravesada
por una nueva composición del sentido de vida que parte desde la obligación de
reestructurar lo rutinario a pesar del vacío.
En nuestra experiencia familiar, una
pregunta que rondó siempre en nuestras reflexiones y que, de alguna manera,
sirvió de impulso para tomar decisiones fue: ¿qué debe significar y representar
el amor que nos unió con Hugo Alejandro en vida, en nuestras actuales
circunstancias?, ¿Cuál debería ser su legado en nuestras vidas? Cada vez que mi
mente elaboraba estas preguntas de inmediato me negaba, como acto de rebeldía,
a estructurar mi actual existencia alrededor de la tristeza y el sin sentido.
Mi hermano era la fuerza y la pasión de la familia. Representaba el riesgo, la
aventura… la locura; la intensidad. Su mensaje y el lazo de amor que nos unió
durante sus años de vida, fue la muestra fehaciente de que esto tiene sentido y
vale la pena ser vivido; por lo tanto, su muerte debía, si o si, ser una
invitación constante, clara y emotiva a una vida consecuente con estos
parámetros.
¿Qué tengo que hacer para que pase este dolor? Le preguntaba
mi mamá a mi papá en medio de su angustia. Aprender a amar; aprender a servir.
Respondía él. Para nosotros, esa era la respuesta correcta, y de alguna manera,
la búsqueda de ser coherentes con ese mensaje nos invitó a construir un nuevo
sentido de vida a partir de su muerte. Más adelante entenderíamos que seguiríamos
siendo los mismos, con nuestros mismos errores y limitaciones; solo que ahora,
había un objetivo, una búsqueda que, a nuestro entender, nos parecía tenía
sentido: Aprender a… y ese
esfuerzo seguramente nos durará el resto de nuestro tiempo en esta tierra.
¿Cuál es la pregunta clave que te formula la vida de tu ser
querido y el dolor que produce su ausencia? Nuestra invitación durante la TAREA
9 es a comenzar a estructurar la pregunta que permita construir una manera
diferente y digna, de entender la muerte de tu ser querido. Consecuente con su
vida junto a ti, las experiencias vividas y los lazos de amor que formaron, los
cuales, de ninguna manera se rompieron. Todo lo contrario, deben ser
fortalecidos por medio de un nuevo sentido de vida.
Encuentra un espacio a solas y trata de ubicar tu pregunta
clave; y, sobre todo, busca una respuesta inicial, que sirva de chispa
dinamizadora que te permita elaborar un nuevo y más profundo sentido de vida,
que llene tu dolor de esperanza y te abra el camino para entender el amor y el
servicio como una opción diferente para construir un mundo mejor. Permite, con
tu respuesta, que tu duelo sea semilla de vida.
Julián Castelblanco
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