Tarea 12: Servir. Disyuntiva.
Su última noche, no durmió. Pasó derecho terminando un
trabajo para la universidad. Estudiaba diseño industrial y parte de sus tareas consistían
en elaborar maquetas o artefactos creativos que buscaran soluciones prácticas a
algún dispositivo o recipiente cotidiano. Mi papá, hábil con las herramientas y
con un alto sentido artístico y creativo, esa noche lo ayudó a terminar su
trabajo final. Mientras mi padre soldaba con un tapaboca de protección puesto
en su rostro para protegerse de los vapores emitidos por la soldadura, mi hermano le contaba partes íntimas de su vida, le agradecía por sus enseñanzas, por su amor de padre y, cada tanto, lo abrazaba. Incapaz de
emitir comentario alguno sobre lo que Hugo Alejandro estaba compartiendo,
sintió que este último ejercicio de escucha incondicional y activa fue uno de
los mejores momentos de complicidad y amor que la vida pudo haberle regalado junto a su hijo.
Al llegar el amanecer, cada uno se fue para un baño a
arreglarse; desayunaron y salieron de casa a cumplir con sus obligaciones. Mi
hermano nunca más regresaría. En la madrugada siguiente recibiríamos la llamada
del hospital para anunciarnos que había sido víctima de un asalto, saliendo de
la Universidad. Las heridas eran supremamente graves y el lugar donde se
encontraba no contaba con los recursos necesarios para su atención.
Él, que no tenía deudas pendientes, que era un joven de 19
años apasionado por su carrera, en la plenitud de su vida y con la idea de
comenzar a construir sus sueños a partir de la música y su habilidad creativa,
emprendedora y artística; hoy, estaba en un hospital luchando por su vida por
causa de una decisión equivocada, en manos de personas desconocidas.
El absurdo, repentino e inesperado suceso de su muerte fue,
sin duda alguna, una tarea difícil de superar. La disyuntiva entre la locura y
la transformación siempre está presente; y depende, en gran parte, de la
capacidad que tengamos para entender y asimilar la rabia natural inicial que
nos invita a transitar diversos caminos difíciles y oscuros.
¿Cómo entonces, es posible, asumir la rabia como parte del proceso, pero no, como el destino final del mismo?
El dolor es tan intenso, y la situación tan injusta y
absurda, que en ocasiones podemos llegar a pensar que la venganza puede ir mitigarlo
este sentimiento. En últimas, el camino que elegimos no es otra cosa que la
necesidad por aplacar el dolor y encontrarle un sentido justo a su muerte.
De nuevo, la pregunta clave vuelve a ser la que formulaba mi
mamá en medio de su dolor inconsolable: ¿Cómo hago para que no me duela más?;
decía con el corazón desgarrado y el alma derrotada. La respuesta que des a
esta pregunta es la clave de la evolución de tu duelo y, sobre todo, de la
manera como deseas conformar la nueva comunicación con tu ser querido ausente. Desde
qué situación, desde qué objetivo, a partir de qué sueños deseas entablar tus
inevitables diálogos con él o ella. En qué quieres que te ayude (si así lo
crees) o hacia qué situaciones quieres invocar sus recuerdos. ¿Cuál es el
sentimiento que quieres generar en tu vida al recordarlo? Esto dependerá de la
manera como gestiones tu natural odio inicial.
La propuesta, en esta TAREA 12 resumida en el verbo SERVIR,
está basada en nuestra propia experiencia familiar y en cómo, en este punto,
tomamos DECISIONES que resolvieron esta disyuntiva y no solo lograron generar
paz en nuestro interior, sino que nos dio la oportunidad de trabajar nuestro
proceso de duelo desde un nuevo y renovado sentimiento de amor por la vida. Esta
tarea, desde nuestra vivencia, es el punto de quiebre que permitió reconstruir
una nueva comunicación por lo que hoy entendemos y sentimos significa Hugo
Alejandro en nuestras vidas. Creo que la opción de plantearse la oportunidad de
servir, desde lo cotidiano, desde la lucha diaria, constante y permanente por
tratar de ser coherentes (muchas veces fracasando en este intento) es lo que
alimenta la manera como evocamos sus recuerdos hoy en día y experimentamos su
presencia en nuestras vidas. Esta decisión me permite llamarlo con la cabeza en
alto, y solicitar su consejo, su ayuda o su inspiración. Hoy siento su compañía
y esta me genera paz; y creo, sin temor a equivocarme, que eso es gracias a la
intensión diaria de cumplir con esta TAREA.
Servir, entonces, no es una decisión transitoria que
proponemos para cumplir una simple etapa dentro del proceso de duelo; es una
opción de vida que tomas cada mañana y que se traduce desde lo cotidiano a
través de tus defectos y virtudes. SERVIR, es el nuevo canal de comunicación
con tu ser querido. Es la nueva apuesta de vida.
Julián Castelblanco
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