Tarea 12: Servir. Génesis.

Mi hermano murió cuando yo tenía 15 años. 6 meses después de su fallecimiento, mis padres decidieron regresar a Cali en busca de sus amigos más cercanos y la esperanza de que un nuevo aire pudiera brindarles algo de tranquilidad. Por mi parte, regresaba al colegio donde inicié mis estudios; esta vez, a cursar mis tres últimos años de bachillerato. Para mí, el cambió fue fantástico; regresar al colegio de mi niñez fue la oportunidad de arrancar un nuevo camino en un espacio diferente y donde fui recibido con mucho cariño por parte de todos los profesores y directivas.

Aun sin conocer mucha gente y comenzando apenas el camino de fortalecer los lazos de amistad que hoy, a mis 43 años, entiendo como MIS AMIGOS. José Alberto Mesa, el sacerdote que dirigía la pastoral del colegio, me llamó a su oficina para proponerme un nuevo reto: -Julián, estoy invitando a los estudiantes a conformar grupos juveniles de acción social. Quiero que tú me ayudes construyendo uno de ellos.

Yo, tímido, inexperto e incapaz de ser firme en mis negativas, intenté esquivar el compromiso diciéndole: Pero Padre, yo soy nuevo acá, apenas si estoy haciendo amigos; no sé si alguien me vaya a aceptar la invitación de conformar un grupo juvenil “religioso”. Ni siquiera tuvo la delicadeza de voltearme a mirar. Abrió un cajón de su escritorio haciendo el ademán de buscar algún documento innecesario y me dijo: - Yo sé que lo solucionarás. En una semana espero la lista de tu grupo, con una propuesta de nombre.

Decidimos llamarlo Génesis. Después de la reunión con José Alberto, llegué al salón, hablé con un par de personas, los que consideraba más cercanos, y a los dos días tenía una lista de 7 estudiantes que aun no entiendo de dónde salieron y se mantuvieron unidos por los próximos 3 años. Ahora que lo pienso; el que hubiéramos acordado llamarlo Génesis, tiene un especial significado para mí. Esta era la oportunidad de trascender mi duelo y darle un nuevo significado a mi vida… un nuevo comienzo.

Los viernes en la noche íbamos a un instituto que trabajaba con niños de la calle, y compartíamos con ellos algunas horas mientras les dábamos clase de matemática, lectoescritura y música. Los sábados, en cambio, nos acercábamos a una organización que trabajaba con niñas que habían sufrido maltrato intrafamiliar y compartíamos con ellas las horas de la mañana ayudándolas en sus estudios. Y entre semana, en las noches, nos reuníamos en la casa de alguno de los miembros de Génesis para hacer jornadas de reflexión relacionadas con nuestra etapa de adolescentes. Hoy, algunos de los integrantes de ese grupo, son esos amigos que se cuentan con los dedos de la mano y te sobran dedos. No solo representaron para mí la oportunidad de superar la muerte de mi hermano, sino que decidieron acompañar el resto de mi vida metiéndose en lo más profundo de mi corazón y dándome la oportunidad de encontrar nuevos hermanos por decisión de vida.


Cuento esta experiencia porque tanto a mis padres como a mí nos sucedió lo mismo después de la muerte de mi hermano. Cada una de las decisiones o retos que nos planteaba la vida, desde ese instante, fue pasada por el filtro de su presencia eterna en nuestros corazones. La pregunta siempre es la misma: ¿Cómo este reto, esta oportunidad, esta dificultad, esta decisión, esta nueva experiencia; tiene sentido a través de lo que experimenta cada uno en su corazón a partir de la muerte de Hugo Alejandro?, ¿Cómo su presencia eterna, en nuestras vidas adquiere forma desde las acciones que decidimos emprender? Y ¿Cómo, por medio de esas decisiones, comenzamos a sentir su presencia en nosotros de manera real y auténtica?

No tengo duda que el servicio es el paso definitivo hacia la paz interior después de experimentar el duelo por la muerte de un ser querido. Tomar consciencia de nuestro entorno y de cómo, desde lo que hago, lo que sueño y lo que tengo a mi alrededor, puedo brindar un aporte diferente a la humanidad. El servicio desde lo cotidiano, desde la dificultad de ser “Buena Gente” en un mundo que te invita a la malicia y a no perder oportunidad a costa de vulnerar cualquier valor de vida.

Estamos en la TAREA 12; y lo único que puedo compartir en este punto es el cómo, mi familia y yo, comenzamos a sentir que su muerte tenía sentido en nuestras vidas. Sobre como el dolor se iba apaciguando para irse transformando en un nuevo camino. Este punto de quiebre, sin duda alguna, está en la consciencia de servir. El servicio es la cicatriz que ya no duele pero que te permite recordar para que nunca olvides… Y entonces, cada vez que la miras, vuelves a perdonar, vuelves a sentirte vulnerable, humano, imperfecto. El servicio es el lazo de amor construido en vida con tu ser querido que se fortalece y te mantiene en permanente comunicación con él.

 

Julián Castelblanco


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