Contemplar la posibilidad de morir.

Contemplar la posibilidad de morir.

Julián Castelblanco

julian@cuandoelduelopregunta.com

 

Desde nuestra concepción, está presente la posibilidad de la muerte; y es ese lapso indeterminado de tiempo entre una y otra, lo que llamamos vida. En este lapso, tomamos las decisiones necesarias que determinan la manera en que queremos afrontar este capítulo.

-July, me dijo mi hermano en una de nuestras conversaciones rutinarias una mañana camino al paradero donde nos recogía el bus del colegio, uno tiene que aprender de todo en la vida, uno tiene que vivirlo todo.

Esa fue su decisión de vida y era coherente con ella. Pareciera que tenía claro que solo tenía 19 años para “vivirlo todo”; entonces abría la puerta de la casa como si siempre estuviera de afán. Hoy, a mis 45 años, sigo procurando hacer el menor ruido cuando entro a casa… decisiones…

Ahora bien, como la muerte es connatural a la vida, ella siempre es una posibilidad independientemente de la decisión que tomemos; levantarnos a trabajar o quedarnos en cama todo el día, hacer dieta o comer dulces sin freno, llevar una vida sedentaria o dedicar nuestro tiempo al deporte. No importa la decisión, la muerte siempre será una posibilidad. Y si siempre será una posibilidad, entonces, ¿qué cambia en nuestras decisiones? Si la muerte siempre estará acechando nuestros pasos, ¿por qué preocuparnos por las decisiones que tomamos? Desde mi punto de vista, cambia la intensidad, las emociones y el sentido de nuestra existencia. Las decisiones que tomamos hacen que la vida tenga o no sentido.

En esa línea, tenemos dos posibilidades más: Intentar negar la presencia permanente e inevitable de la muerte, lo cual resulta inútil; o aceptar la realidad de los hechos, contemplar su presencia dentro de las variables posibles y así tomar decisiones de vida. La muerte es la variable fundamental para decidir que quiero y como quiero la vida. Ahí está la importancia de hablar sobre ella y aceptar su presencia inevitable y permanente. Es la muerte la que nos da la posibilidad de disfrutar y vivir la vida con sentido… o no.  

Esto no niega la opción de entristecernos cuando nos visita. Quizás, la tristeza, es el impulso inicial y natural de una vida bien vivida. Nadie se quiere ir de la fiesta cuando la está pasando bien. Pero al mismo tiempo, de manera simultánea, “nadie te quita lo bailado”. Junto a la tristeza, siempre estará la posibilidad de la plenitud; la plenitud que nace de haber construido junto a nuestros seres queridos unos lazos de amor que, finalmente, LE DAN SENTIDO A TODO AQUELLO QUE LLAMAMOS VIDA y que deben convertirse a tierra fecunda para construir nuestra felicidad. 

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