“Nunca nos preparamos para afrontar los duelos ...

Nos comenta SHIRLEY BATISTA:

“Nunca nos preparamos para afrontar los duelos porque hay un tabú para hablar de la muerte.”



 


Tienes mucha razón Shirley.

Este tabú ha ido acrecentándose con el tiempo. Durante la Edad Media se entendía el nacimiento y la muerte como un hecho doméstico. Si habías llevado una buena vida, tendrías una buena muerte y un buen juicio por parte de Dios. La muerte estaba íntimamente ligada al sentido de la vida. Se nacía y se moría en casa. Las personas eran conscientes de que estaban muriendo, e invitaban a los demás a la velación del familiar difunto. Luego de la Primera Guerra Mundial y como consecuencia de todo el dolor y devastación que esta absurda hecatombe causó en la humanidad, se comienza a percibir la muerte como algo trágico e indeseable y debido a ello, se prohibe tácitamente hablar de ella porque se considera un tema que trae amargas evocaciones y que por tanto es de “mal gusto recordarlo y menos tratarlo en casa”

 

Sinembargo, es interesante anotar que por razones culturales y sin duda económicas, en nuestra América Latina, hasta el final de la primera mitad del siglo XX, se nacía y se moría en casa y esto hacía que el tema de la muerte estuviera estrechamente ligado a la vida doméstica y al desarrollo de la religiosidad, dado que en el templo se trataba el tema con frecuencia, aunque debemos aceptar que se manipulaba, como una forma de crear temor hacia el juicio que Dios nos haría como consecuencia del pecado.

A partir de la segunda mitad del siglo XX, tanto el nacimiento como la muerte tienen lugar en una sala de hospital y el velatorio se lleva a cabo en un recinto especializado. La muerte se ha consolidado como un hecho inoportuno, antihigiénico e incómodo para la familia. La muerte deja de ser una experiencia eminentemente familiar y se debe experimentar lejos de casa. Como resultado de estos cambios, nuestras últimas generaciones se han alejado física, mental y emocionalmente no solo de la vida, sino además, de la muerte. Vivimos como autómatas y morimos sin saber para qué hemos vivido.  La muerte nos toma por sorpresa. En tanto no le ocurra a un familiar cercano, seguimos pensando que los que se mueren “son los demás” y cuándo esta, “toca a nuestra puerta”, no estamos preparados para recibirla, nos parece absurda e inoportuna. El líder religioso, trata el tema cuando preside unas honras funebres. Si lo hace en otro evento religioso, los asistentes perciben que el tema fue trágico y que sería mucho mejor que hubiera hablado más positivamente. 

Tal vez estos tiempos de pandemia nos sensibilicen para que podamos ver y a tratar la muerte como parte sustancial de nuestra vida. A propósito, mientras escribo este comentario, he calculado que han muerto medio millón de células de mi cuerpo, pero muchas más lo han renovado… La muerte siempre está conmigo, dándole un profundo sentido a mi vida. Es claro: debo vivir mi “aquí y ahora” honesta y plenamente.  

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