¿Por qué a mi?, por la Psicóloga Milena Casas

¿Por qué a mi?
Por: Psc. Milena Casas
psicomile@hotmail.com

Cada vez que nos pasa algo que no esperamos, algo que no nos gusta, que consideramos malo, desafortunado o doloroso nos preguntamos ¿Por qué a mí? A veces, esta pregunta va acompañada con afirmaciones como, si yo he sido bueno, he actuado bien, he cumplido con los deberes morales, sociales o espirituales que se esperan de mí; de la misma manera, esta pregunta va cargada de emociones como la ira, la frustración y el dolor. Este cuestionamiento también lo tenemos cuando estamos pasando por un duelo. Siento que cuando nos cuestionamos esto ante las situaciones difíciles o de dolor, olvidamos nuestra naturaleza y pensamos o sentimos que hay algo personal en esas situaciones que están en nuestra contra. Lo cierto es que estas cosas pasan porque son parte de la vida. ¿Dolorosas? ¡Si!, pero inherentes a la vida. Entonces; ¿por qué a mí?, una respuesta que yo puedo dar a esta pregunta es:  porque estamos vivos y está dentro de lo que eso conlleva, aunque esa parte de estar vivo no es la más agradable y placentera, está ahí y sin ella, simplemente no habría vida. Entonces: ¿qué vamos a hacer con esto?, porque entre otras cosas no es cualquier parte de la vida, es una pieza fundamental para que lo agradable, bueno y feliz pueda tener sentido. Es por esta razón que el dolor nos toca a todos en diferentes momentos de nuestra existencia.

Una posibilidad de darle sentido al ¿Por qué a mí?, es entender que no está mal tener esta sensación o hacerse este cuestionamiento. Aunque la respuesta, la mayoría de las veces, no sea satisfactoria, sensible o empática con nuestro dolor es importante hacérsela como parte de nuestro proceso para más adelante poder avanzar dando origen a otras preguntas: ¿para qué me está pasando esto y qué quiero hacer con esto que me está pasando y siento? Esto nos regresa la responsabilidad de gestionar y asumir nuestro dolor, rabia, tristeza, frustración, etc. Ya no importa si hemos sido buenos o malos, si hemos cumplido o no con nuestros deberes y nos pone en una situación para asumir el presente ¿qué voy a hacer con esto que me está pasando?, ¿de qué manera quiero yo que esto impacte mi vida? ¿qué sentido quiero darle a este dolor? Parece muy difícil de aplicar, y en cierta manera lo es, sobre todo cuando no nos sentimos merecedores de las experiencias dolorosas; pero es algo que se puede lograr, y en el momento que se decide hacer, podemos transformar nuestras experiencias de dolor, sufrimiento o frustración en algo mucho más enriquecedor. Viktor Frankl en su libro “El hombre en busca de sentido”, habla sobre esto y narra cómo, desde una experiencia personal de estar en un campo de concentración, se puede “decidir” encontrar un sentido al dolor y al sufrimiento, así como lo hacemos con el gozo y la felicidad.

“Una vida activa cumple con la finalidad de brindar al hombre la posibilidad de desempeñar un trabajo que le proporciona valores creativos; una vida contemplativa también le concede la posibilidad de hallar la plenitud al experimentar la belleza, el arte o la naturaleza. Pero también atesora sentido una vida exenta de creación o contemplación, que solo admite una única capacidad de respuesta: la actitud de mantenerse erguido ante su inexorable destino, como por ejemplo en un campo de concentración. En esas condiciones, al hombre se le niega el valor de la creación o de la vivencia, pero aun así la vida ofrece un sentido. De manera que todos los aspectos de la vida son significativos; también el sufrimiento. Si hay un sentido en la vida, entonces debe haber un sentido en el sufrimiento. La experiencia indica que el sufrimiento es parte sustancial de la vida, como el destino y la muerte. Sin ellos, la existencia quedaría incompleta.”

Pero bien, ¿cómo podemos darle un sentido al dolor? Si a veces es ensordecedor, abrumador y nos paraliza, nos quita todo el sentido de vivir. Podrá sonar como algo muy trillado o una frase de cajón, pero el amor es la respuesta para enfrentar el dolor; el amor a sí mismo (autoestima), el amor de pareja, el amor a los demás… y en este amor, vuelvo a tocar la importancia de conectarnos con nuestro entorno y buscar apoyo y acompañamiento en los demás para compartir mi dolor. Entonces, también resulta importante pensar en el amor a los recuerdos. Se ha comprobado que los recuerdos positivos y satisfactorios generan la misma sensación de bienestar que cuando se vivió el momento que traemos a nuestra mente. A propósito de esto, valdría la pena regresar de nuevo al libro del Hombre en busca del sentido. Hay una parte en donde el escritor hace referencia a este punto cuando recuerda que en medio de los trabajos forzados que tenía que hacer en el campo de concentración, el pensar en su esposa le producía gran bienestar:

“Percibí entonces, en toda su profundidad, el significado del mayor secreto que la poesía, el pensamiento y las creencias intentan comunicar: la salvación del hombre consiste en el amor y pasa por el amor. Comprendí que un hombre despojado de todo todavía puede conocer la felicidad —aunque sea solo por un instante— si contempla al ser amado. Incluso en un estado de desolación absoluta, cuando ya no cabe expresarse mediante una acción positiva, cuando el único logro posible consiste en soportar dignamente el sufrimiento, en tal situación, el hombre es capaz de realizarse en la contemplación amorosa de la imagen de la persona amada. Por vez primera entendí el significado de las palabras: «Los ángeles se abandonan en la eterna contemplación amorosa de la gloria infinita»…

…Mi mente se aferraba aún a la imagen de mi mujer. De pronto me asaltó una inquietud: no sabía siquiera si seguía viva. Pero estaba convencido de algo: el amor trasciende la persona física del ser amado y halla su sentido más profundo en el ser espiritual, el yo íntimo. Que esté o no presente esa persona, que siga viva o no, en cierto modo carece de importancia. Ignoraba si mi mujer vivía y no tenía medios para averiguarlo (a lo largo del cautiverio no tuvimos contacto postal con el exterior), pero en aquel momento esa cuestión había dejado de inquietarme. No sentía necesidad de comprobarlo; nada afectaba a la fuerza de mi amor, a mis pensamientos y a la imagen de mi amada. Si entonces hubiera sabido que mi mujer estaba muerta, creo que —insensible a la noticia— habría seguido contemplando su imagen y hablando con ella con igual viveza y satisfacción. «Ponme de sello sobre tu corazón [...] pues fuerte es el amor como la muerte» (Cantar de los cantares 8,6).”

Con estos ejemplos tomados de este libro puedo decir que así como la experiencia de la vida en el campo de concentración o ante cualquier situación límite nos demuestra que el hombre puede mantener su capacidad de elección. Ante la experiencia de la muerte de un ser querido y el dolor que esto produce, las personas podemos mantener nuestra capacidad de elección, ya que como nos menciona Viktor Frankl, a los seres humanos nos pueden arrebatar todo menos la libertad.

“la libre elección de la acción personal ante las circunstancias, para elegir el propio camino. De modo que cada hombre, incluso en condiciones trágicas, puede decidir quién quiere ser —espiritual y mentalmente — y conservar su dignidad humana.”

La invitación a través de este escrito es que empecemos a darle sentido profundo a esa pregunta ¿por qué a mí?, para de esta manera, comenzar a construir los cimientos de otras preguntas igual de importantes como: ¿qué sentido tiene esto en mi vida? ¿qué voy a aprender?, ¿en qué me va a ayudar a ser mejor? Así como los momentos de felicitad nos aportan bienestar, fortaleza y nos sirven para ser mejores, en el dolor también podemos encontrar eso y con mucha más fuerza. Claro está que esto es una decisión que debe ser tomada desde nuestros conocimientos, nuestro proyecto de vida, la voluntad y la pasión. Y una manera de darle sentido a cada vivencia que la vida nos presenta es poniendo nuestra voluntad a prueba a través de pequeños retos que nos permitan ser mejores padres, hijos, hermanos, compañeros, mejores seres humanos, aún en el dolor. La muerte, es la conexión inalienable con el presente y la vida misma, por esto, la muerte también les toca a las personas buenas, a los jóvenes, a los niños… a todos. De alguna manera, la muerte es la oportunidad de descubrir que el amor que construimos con nuestros seres queridos ha valido y valdrá la pena

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