¿El dolor por un duelo es eterno? Por: Psc. Milena Casas

 ¿El dolor por un duelo es eterno?

Por: Psc. Milena Casas

psicomile@hotmail.com

    El duelo es un generador de preguntas constantes: ¿Por qué a mí?, ¿qué voy a aprender de esto?, ¿qué ocurre con mi familiar fallecido?, ¿qué va a ocurrir conmigo o con mi familia? A veces estas preguntas son las primeras a las que se les puede ir dando respuesta de manera temprana, pero hay una pregunta que, aunque puede llegar a aparecer en los primeros momentos del duelo, es la que tal vez, se puede tornar más compleja y, en ocasiones, angustiante; y es: ¿Será que este dolor nunca va a terminar?, ¿Será que este dolor tan intenso que siento jamás se va a ir? Creo que esta pregunta que se acostumbra a formular de manera prematura se produce por el miedo que se siente frente a la idea de tener esa sensación de dolor eterno. Pensar que el dolor inmenso, paralizante y que cala en el cuerpo y en el alma muchas veces, va a durar toda la vida, desanima, preocupa y angustia. A veces, las personas se apresuran y van preguntando a otros… ¿Y esto será que me va a pasar? Y entonces, se corre el riesgo de escuchar un NO rotundo y contundente; que la pena, la tristeza, el dolor y el sufrimiento de la muerte de un ser querido, jamás se supera. Que es algo a lo que tendrán que acostumbrarse. El riesgo en este caso es asumir esta conclusión ajena, como propia. Y esto puede llegar a obstaculizar el proceso de avance y decisión del duelo. Eludir el posible llanto esperanzador, que llega con el tiempo a través de la fuerza de las decisiones, para congelar el proceso en un laberinto de reflexiones que no son propias y que terminan por producir desconsuelo y aún peor, resignación.  

     Para poder hablar del duelo hay que tener en cuenta que el proceso de cada persona es diferente. Aunque existan similitudes con el de otra persona, jamás será igual y esto ocurre porque las historias de las personas son diferentes, los vínculos, la cultura, las relaciones y las creencias son distintas; por lo tanto, la elaboración del duelo y la respuesta a esta pregunta será construida desde perspectivas distintas. Partiendo de este principio de individualidad, es importante saber, que a pesar de las propias características de cada duelo, SI se puede superar el dolor y la tristeza de un duelo y que este no será eterno SI ASÍ LO TRABAJAMOS Y LO DECIDMOS, en honor a nosotros mismos, las personas que están a nuestro alrededor y nos aman y a los lazos de amor que aún nos unen con nuestro ser querido fallecido y que no terminan nunca, por el contrario, se reconstruyen y continúan brindando frutos maravillosos.  

     Ahora bien, ¿de qué depende esto?, depende de la mirada que le demos a nuestro duelo y de lo que queramos hacer con nuestro dolor. En mis escritos anteriores siempre hablo de las decisiones. Pues bien, la respuesta a esta pregunta no es muy diferente. La recomendación entonces será no fijarme en el resto de las personas y sus duelos, no buscar afuera la solución, porque esa pregunta solo la podrás saber tú.  ¿Quiero sentirme así toda la vida? Si TU respuesta es NO, el paso siguiente es ponernos a la tarea de tomar decisiones, buscando un apoyo saludable, que nos permita expresar nuestro dolor, darnos cuenta de qué necesitamos cuidar, amar, sanar y aceptar ese acontecimiento que sin lugar a duda es muy triste; pero que, al mismo tiempo, puede brindar oportunidades de crecimiento ilimitadas. Una vez más esto no es fácil, pero como dice una canción, el sufrimiento es opcional.

     La visión del dolor es muy personal y el tiempo es algo relativo, así que la superación de un duelo no la podemos medir en horas, en días, meses o años; la superación de un duelo y el dolor que viene con este deberá medirse en términos de movimiento a partir de las decisiones que tomes.  Decisiones que estén encaminadas a hacer valer la libertad de sentir con intensidad este proceso para posteriormente comenzar a buscar bienestar y así honrar la memoria del ser querido… y entonces, poder tener el placer de disfrutar de sus recuerdos y continuar fortaleciendo el amor que aún nos une a él, ahora con una nueva presencia permanente, profunda, definitiva y eterna en nuestra vida. 


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