EL PECHI COMENTA...“Es difícil aceptar la muerte de un ser amado, nos peleamos con Dios y conforme pasa el tiempo..."

 EL PECHI COMENTA:

       Leticia García nos comenta:

“Es difícil aceptar la muerte de un ser amado, nos peleamos con Dios y conforme pasa el tiempo, lo vamos aceptando; pero depende de cada persona buscar y aceptar el acompañamiento”

Las peleas del creyente con Dios son comparables con aquellas que teníamos con alguno de nuestros padres cuando mediaba un malentendido. Algo esperábamos de él y por alguna razón, que no entendíamos plenamente, no habíamos sido complacidos de acuerdo a nuestros deseos.

 

Una cosa pensaba el padre que era lo que más nos convenía y otra pensábamos y deseábamos nosotros. Generalmente al final, el amor era capaz de reconciliarnos, aunque nuestras dudas no hubiesen sido completamente aclaradas.

 

Aquellos que tuvimos la fortuna de contar con un padre asertivo y amoroso, fuimos testigos de que, con el paso del tiempo, la vida se encargaría de brindarnos múltiples oportunidades de maduración emocional, mental y espiritual, que nos llevarían a comprender a plenitud las razones de nuestro padre y el amor inmenso que ellas encerraban. ¡Ah, mi padre tenía razón!, solemos decir.

 

Dios nos ama, y para darnos la mayor muestra de amor que puede existir, nos hizo libres, porque el amor verdadero solo puede darse como un ejercicio de plena libertad, y en ese universo de libertad que Él creó para nosotros, pasan innumerables cosas; muchas de ellas gratas y plenas de sentido, pero, desde luego, otras duras, dolorosas y absurdas. Estás últimas nos brindarán la posibilidad de forjar nuestra voluntad, de remozar nuestro sentido de vida, de valorar la humildad que brota del servicio efectivo y generoso y, por sobre todas las cosas, nos harán valorar la vida, en la medida en que al evocar nuestros anteriores días felices, permitimos que en nuestro corazón anide la esperanza.

 

Sin duda, todo esto guarda estrecha relación con nuestra decisión de dejarnos acompañar y amar.

       Mariam González nos pregunta:

“Desde la espiritualidad cristiana, ¿cómo deberá ser el acompañamiento al duelista por suicidio, si se encuentra atravezando una crisis de rabia y culpa y le faltan la fé y la esperanza?” 

La espiritualidad cristiana tiene su fundamento en el amor sobre cualquier otra consideración. Pero como dice Pablo:

 El amor es paciente; el amor es bondadoso; no es envidioso ni jactancioso ni arrogante ni grosero. No insiste en su propio camino; no es irritable ni resentido; no se alegra del mal, sino que se alegra de la verdad. Todo lo soporta, todo lo cree, todo lo espera. El amor no tiene fin”. (1 Cor. 13)

Lo anterior quiere decir que nuestro acompañamiento al duelista por cualquier tipo de duelo que le haya generado rabia o culpa, debe ser, ante todo, paciente y amoroso, invitándolo a que exprese de manera libre y asertiva sus emociones,  para que poco a poco las convierta en sentimientos que puedan ser normalizados y sanados, en el caso de que le estén haciendo daño.

Pacientemente lo escucharemos y esperaremos el momento en que la tormenta de sus emociones se normalice, para luego acompañarlo a afrontar la elaboración de un nuevo sentido de vida, en el cual tendrá un papel protagónico la renovación de su valores y creencias. Todo esto será posible, si nosotros, como acompañantes de su duelo, estamos llenos de fe y esperanza.

Gracias querida amiga Mariam, por hacer presencia en nuestro Boletín.

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