EL DUELO, UNA MONTAÑA RUSA DE EMOCIONES. Por: Dr. Hugo Castelblanco

EL DUELO, UNA MONTAÑA RUSA DE EMOCIONES.
Por: Dr. Hugo Castelblanco
hugo.castelblanco@gmail.com

 

La imagen de que "el duelo por la muerte de un ser querido es como una montaña rusa de emociones", es una metáfora muy adecuada para describir la experiencia emocional que todo duelista atraviesa, después de la pérdida de un ser querido. El duelo es un proceso complejo que puede desencadenar una amplia gama de emociones reactivas intensas que nos generan dolor, tristeza, ira, culpa, negación, miedo, enfado, frustración, vergüenza o desolación. Podemos decir que en esos momentos, nuestra vida emocional está centrada en la pérdida, en el vacío que dejó nuestro ser querido, cuando se rompieron los lazos del apego.

 

Pero, por otra parte, también hemos vivido durante nuestro duelo, momentos en los que estas emociones y sentimientos cambian de un momento a otro y empezamos a experimentar otros que podemos llamar proactivos, que nos invitan a elaborar nuestro duelo, nos despiertan a la acción y nos motivan a tomar decisiones. En algunos momentos, el dolor puede ser abrumador y, en otros, el duelista puede sentir que el dolor ha menguado, que se siente más tranquilo y sereno e incluso que ha podido esbozar una sonrisa ante sus seres queridos.

 

Experiencias de serenidad, satisfacción del deber cumplido, evocación de momentos gratos, deseo de buscar ayuda para afrontar el dolor, deseo de comunicarnos, de orar, de meditar, de escribir, de pintar, de cantar, de bailar, de volver al trabajo, de compartir, de salir a caminar, son algunas de estas emociones y sentimientos que nos indican que nuestra vida emocional y cognitiva desea orientarse hacia la restauración, hacia la elaboración de nuestro duelo. Sin duda, estamos viviendo una alternancia de días que llamamos “buenos”, con otros que llamamos “malos”, pero todos ellos son parte de las instancias y caminos que debemos transitar. Todos ellos son “buenos”, todos ellos indican que a pesar del dolor que hemos experimentado, nuestra condición física y emocional es saludable. Nuestro cuerpo se está restaurando. Está buscando regular nuevamente su sistema hormonal. En términos biológicos, diríamos que se están restableciendo los ritmos circadianos,  que ante el estrés y el dolor profundo habían sido seriamente alterados.

 

Los ritmos circadianos son cambios físicos y conductuales que están presentes en los seres vivos y siguen un ciclo de aproximadamente 24 horas, que responde principalmente a la luz y la oscuridad. Regidos por los ritmos circadianos, nos es posible dormir en la noche y estar despiertos durante  el día. Todos nuestros “parámetros biológicos” como la presión sanguínea, la excreción de orina y desechos orgánicos o el mantenimiento de nuestros niveles hormonales, sufren variaciones a lo largo del día; por ejemplo, los niveles de cortisol (la hormona del estrés) son más altos por la mañana que por la tarde. Estos ciclos se repiten constantemente en períodos de 24 horas y están sincronizados con nuestro entorno ambiental.  De este modo, nuestro organismo predice en qué momento vamos a necesitar energía, regulando los procesos metabólicos. Y en cuanto al sueño, los ritmos circadianos controlan los niveles de melatonina, hormona que regula los ciclos de sueño-vigilia, aumentando sus niveles durante la noche.

 

 

De lo anterior podemos deducir que la experiencia de la “montaña rusa de emociones” durante nuestro duelo, no es otra cosa que el trabajo que están realizando todos nuestros sistemas corporales para lograr restablecer el equilibrio que fue seriamente alterado, como resultado de nuestra pérdida significativa. Sin lugar a dudas, la analogía de la “montaña rusa de emociones” captura la naturaleza dinámica y cambiante de las emociones y sentimientos que podemos experimentar durante este proceso.

 

Las emociones reactivas, como la tristeza, la ira, el dolor y la negación, son reacciones naturales y normales ante la pérdida de un ser querido. Estas emociones pueden ser intensas y pueden predominar durante las primeras etapas del proceso de duelo, ya que la persona está enfrentando la realidad de la pérdida y la ausencia del ser querido.

 

Por otro lado, las emociones proactivas, como la aceptación, la esperanza, la adaptación o la serenidad, surgen en el proceso de duelo, a medida que la persona comienza a encontrar experiencias de comunicación, amor y gratitud en torno a la pérdida, que le indican que es posible reconstruir su vida. Estas emociones están orientadas hacia la restauración o sanación del dolor y estimulan al duelista a avanzar en su proceso.

 

Además, el apoyo afectivo, el entorno social y el cuidado personal, pueden ser factores importantes que influyen en la normalización de las emociones durante el proceso de duelo. El apoyo social de amigos, familiares o profesionales de la salud mental, ayuda al duelista a sentirse menos solo y a encontrar formas de lidiar con su dolor. El cuidado personal, como la práctica de actividades que brindan bienestar emocional, físico y espiritual, también son ayudas importantes durante el proceso de elaboración del duelo.

 

En conclusión, el cambio entre emociones reactivas y proactivas durante la gestión del duelo, es un reflejo natural del proceso de adaptación a la pérdida. Cada persona restaura sus ciclos y experimenta el duelo de manera única, y es importante que se le permita sentir y expresar estas diferentes emociones a medida que transita su proceso.

 

Stroebe y Schut en su Modelo del Procesamiento Dual del Duelo explican cómo nuestras emociones y cogniciones oscilan entre momentos de “Orientación a la Pérdida” (las partes altas de la montaña) en los que el duelista se siente agobiado por el dolor, reduce sus actividades, se expresa generalmente de manera reactiva y en ocasiones se aísla de su entorno, y momentos de “Orientación a la Restauración” (las partes más bajas de la montaña) en los que realiza actividades  y toma decisiones que le ayudan a adaptarse a la pérdida y a reconstruir su vida. Estas decisiones pueden incluir la búsqueda de apoyo afectivo y social, la expresión proactiva, la exploración de nuevos intereses y la práctica de estrategias de afrontamiento.

 

Pero, así como en una montaña rusa real, este movimiento de sube y baja, poco a poco se va amortiguando hasta estabilizarse por completo, así también un trabajo responsable de elaboración de nuestro duelo, hará que poco a poco, este caos de emociones adquiera su ritmo y su nivel normal. ¡La vida ha tomado un nuevo curso y estamos listos para asumirla nuevamente, llenos de esperanza y de sentido!

 

HUGO CASTELBLANCO

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